Qué pronto nos dispersaron
mientras el tren discurría sin compasión
y largas lenguas de humo maldecían
a la tarde herrumbrosa y casquivana;
qué vanidad la del viajero olvidado,
el del adiós inesperado por seguro
con pequeña recompensa que eran besos amargos
acudiendo tarde y pronto como nunca.
Qué largo adiós en la lejanía...
Agridulce aguafuerte... Descosido de hilos
desmembrado y turbio como la miseria
el tren arrojaba lamentos sin sentido y sin regreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario