Apretando dulcemente con los labios
el luminoso borde de una falta,
intuimos un fracaso inesperado ya hace tiempo,
un rechazo sutil, alguna causa
que, claramente, justificara aquel triste final
de la aventura
que tanta veces repetimos en la infancia.
Imposible, seguramente,
este horrible destino que delata
sinsabores ocultos,
viejos miedos,
soslayados y rotos casi siempre
por la ignorancia del joven que aún no sabe
del insufrible capricho del azar.
Me gustan los poemas que escribes últimamente, es como si te estuvieras despojando de una coraza y es más fácil llegar hasta tí.
ResponderEliminarmucho ánimo, y no dejes de escribir, este blog sin tí no es nada, así que debes llevarlo lo más alto que puedas.