lunes, 5 de agosto de 2019


¿Por qué intento interpretar
el pensamiento de los hombres
sin ni siquiera haberlos intuido
ni escucharlos en su continuo griterío?

¿Quien me ha permitido girar despacio
frente a su rostro impoluto de cristiano
que desea un éxtasis permanente
desechando los rezos más atávicos?

Quizá una suave nube, un fresco viento
diamantino y rencoroso me introdujo
en paisajes bucólicos y fáciles de amar
como paisajes del quinientos más antiguo.

Quizá esta música rastrera de gemelas
voces, me mandó ese examen exacto
de ese sino, advirtiendo fuertes vientos imposibles,
sonoras risas más antiguas que yo mismo.

jueves, 1 de agosto de 2019


Pienso que debo llevar de aquí al cielo
otra vida diferente, un mero gesto
de escape insustancial y etéreo,
girar los controles del mando a la izquierda
y dejar pasar el tiempo a su ritmo.
Y aprovechar los días cotidianos
Para no hacer nada insustancial.

Creo que debo mejorar mi figura
de torero antiguo y falso  porte,
dibujar zigzag en el asfalto de gres
Y dejar huir a los inseguros hombres
que circulan inconsistentemente por la acera.

Así quizá logre la firmeza de los marinos,
el arrojo de los fuertes aventureros,
el enigma de las almas consecuentes,
esas que duermen en jergones de acero.


Quienes estamos en desacuerdo con el ritmo 
que marca el quehacer diario de los hombres
y nos volvemos huraños y retráctiles por defecto
deseamos un solo fin que conduzca a la apertura
o , al menos, que defienda una postura indefectible 
que convierta a la piel en mera práctica
de un dulce dolor, de un cielo encubierto de algas 
que acostumbre al alma a ser tan sencilla
para no acabar en los altos andamios,
allí donde los hombres sueñan con lo inescrutable 
con la simple idea de volverse más sociables.