lunes, 19 de enero de 2009

C/ Infancia, 11

En los recuerdos vanos
de los años de pueblo
y coro parroquial,
huelen aún a pan con chocolate
las tardes alargadas de abriles
y alacenas dormidas.

La calle sin coches,
cuesta empedrada es
un campo de fútbol casi siempre,
una trinchera
o una pista de bicis que compiten
con patinetes de rodamientos artesanos.

Una fiesta
vociferante de alevines
y sudor que se mezcla con agua de colonia.

Los niños de la calle
somos un grupo sin causa,
sin bandera
que renace a las cinco cada tarde
y se disuelve quedo
al apuntar la luna,
cuando las madres llaman armadas de paciencia
por tres veces.

2 comentarios:

José Mª dijo...

Han dicho, decían-menos Cavafis y Cesare Pavese- que la poesía descriptiva estaba en declive, acercándose a ese sol de las playas de Cádiz, que sorprende por su enormidad.

No quiero ser localista, ni enemigo de mis amigos. Me resulta superexcelente ( palabra idiota que sólo encierra admiraciones falseadas) que alguien presente una nota de su vida, que la exprese fuera de contextos retóricos, fuera de sujecciones al ritmo, a la idea. Me resulta muy emocionante que alguien diga algo...

¡ Paco ! magnífico enseñar los dientes en este mundo tan ignaro.

Miguel Calvillo dijo...

Difícil no sentirse identificado. Cómo me suena todo, ¡y no digamos el final! Sólo que mi madre no se armaba de paciencia :(