jueves, 14 de julio de 2011

Cuba

Por primera vez habito esta plaza recóndita;
es fresca y jovial, malvive de gente;
es ideal como nueva visión, certera realidad.

Ya han pasado dos años,
me resultan monótonos los arcos ojivales
de la torre de enfrente
y el tipo que,con panamá, toma el café
solo.

A veces, en la hamaca,
sueño con dignas fotografías
que respondan al encierro civilizado
en el que ahora me encuentro.

Algún soplo de viento me recuerda
a mi verdadero hogar,
a lo más inocuo de los pasos anteriores.

Y comienzo a soñar con las doce del mediodía,
con los besos verdaderos del sol,
con el silencio de las olas que ,ahora, oigo.

Entonces mi alma comienza a despertar sin sentido,
mas con objetivo útil:
las naranjas de aquel patio, dulces,
las que compartía con mi madre en el silencio de la luz.

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