miércoles, 24 de julio de 2019



Creo que tengo, últimamente, una adicción
a lo que es bello, a lo que reluce lejos de mi alma
y me recuerda caminos sin sentido y ligeramente agradables.

¿Será ese el  síndrome del que hablan, el de la belleza
que termina justo cuando la figura desaparece
y todo se convierte en líneas amarillas de occidente
que apaciguan a los otros?

Creo que la locura es oscura como el alma de los débiles
que se han dejado engañar por la luminosidad del mar,
y, después muy, muy lentamente se han mofado de los amigos
que ignoraron a la estúpida deriva de los frágiles barcos.

A veces, he pensado si he dejado al lado de la muerte
la posibilidad de mi pequeña ingenuidad y el sabor del saber adolescente
de los que hoy viven en grandes oquedades llenas
de enseres blancos y de lujo que me hacen aún más joven.

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