martes, 30 de marzo de 2010

Don Félix de Montemar

Como una sombra tras un cuerpo femenino,
al igual que un aliento sospechoso,
quise ser fiel con orgullo y displicencia,
imaginé la soberbia del pecado
imbuido por las altos señores eclesiásticos.

Las terribles ideas onanistas
se esparcieron débilmente en las entrañas
al contemplar la barca de Caronte.

Al volver, majestuoso, la noche tan experta
se me enfrentó violentamente , con estrellas,
e imaginé sordos pasos en la acera.

Abandoné ese universo tan secreto,
me dejé naufragar,
fíceme un ovillo inescrutable
al que las añejas ideas aparentes
arrojaron al fondo de la bóveda.

Y una sombra fugaz, quizá fingida,
Me animaba a luchar sin beneficio.
Negué la lucha,
Obvié al destino y, mansamente,
Me arrojé a los brazos de la muerte.

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