martes, 15 de marzo de 2011

El furor del tiempo

Me habría hecho falta, una vez más, otra vida,
porque el sol irrumpe brutalmente por el este
y no hay jornada que no se haga fugaz, huidiza,
desordenadamente efímera en las pocas horas
que, expeditivamente, resbalan en el día.

Crees que el rayo no muere en el oeste,
y esbozas una sonrisa infantil que argumente
el engaño más incuestionable y axiomático:
La supuesta dulzura de lo zanjado y más metódico.

¡No todo es consumación y término! exclamas frugalmente,
para hacer una pirueta a lo irrevocable,
a lo fastidiosamente inoportuno, improcedente.

Calmas tu cólera y tu fiereza y te vuelves sumiso y manejable :
Es el obligado reposo del guerrero que sólo obtendría una victoria
irreparablemente pírrica, en este asunto desastrosamente serio.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Demasiado tarde.

Casi sin darme cuenta se ha alejado, poco a poco, sin pausa pero sin prisa. Al ritmo del latir de mi corazón.
He reaccionado demasiado tarde. Ahora ya es imposible recuperarlo, volver atrás, al pasado. Allí donde una sonrisa bastaba para saber que nos queríamos.
Recuerdo cada tarde junto a él. Anhelo despertar abrazados al alba, cuando éramos una sola persona.
Ahora todo ha cambiado. Sus manos ya no acarician mi cara, ni sus labios rozan los míos. Ya no me pertenece, y cada parte de mí lo busca en mis recuerdos. Pero sólo queda un leve suspiro, que me quema el alma.