Me gustan los libros olvidados
como frutos desconocidos
que nadie ingiere por abandono.
Esos de los que ni título ni autor son conocidos,
quizás nunca lo fueron, y de ellos
me alimento como de miel prohibida.
Libro mi particular batalla
desde un lugar tranquilo, pugnando
por decir lo que siento y soy, y que esto
se ajuste a la realidad, la mía.
Soy carnaza en manos felinas,
ni armadura ni coraza me sustentan,
sólo la cabeza alta, las ideas libres.
No me ajusto a las normas
- nunca me gustaron-
por eso sigo en pie de guerra.
Aunque este sea un poema para el olvido
para profanos espectadores y cementerio de libros,
dejarlo escrito
fue un placer.
Hace unos años, le mostré a una autora muy reconocida mis poemas con la intención de que me orientara para pulir mis textos
poéticos, para aprender de ella, es una persona que de alguna forma admiro, sobre todo su trabajo; por eso me
dirigí a ella y le pedí que los revisase. No voy a decir que
fue mala idea, porque uno siempre debe ir con la mente abierta y aprender de cualquier cosa aunque no sea lo que quiere. No resultó el encuentro como esperaba. Cuando
volvía a mi casa con los textos corregidos, tuve que
pararme a un lado de la carretera y llorar como una niña a la que le han quitado un juguete. Pensé en abandonar, creí que no
volvería a escribir más.
Pero al día siguiente, volví a coger mi cuaderno y escribí este poema.
A veces se necesita una crítica dura para aprender a sobrevivir, para tomar impulso y tener una visión diferente.
Por supuesto, he seguido escribiendo, no todas las personas a las que mostré mis poemas
opinaron igual y aprendí de cada una de ellas, incluso gané
un pequeño concurso.
Y cuento todo esto, para que cualquier persona que quiera escribir, le guste, y no se atreva a mostrar sus escritos, sus bocetos, que siga adelante, que no se decepcione por una mala crítica, que escriba y aprenda y escriba, porque yo continúo
haciéndolo y me satisface mucho.
En una ocasión,
Matilde Cabello -una gran poeta y escritora- me dijo que utilizaba la escritura como terapia, y estoy de acuerdo: escribir es una terapia infalible.