martes, 30 de marzo de 2010

Don Félix de Montemar

Como una sombra tras un cuerpo femenino,
al igual que un aliento sospechoso,
quise ser fiel con orgullo y displicencia,
imaginé la soberbia del pecado
imbuido por las altos señores eclesiásticos.

Las terribles ideas onanistas
se esparcieron débilmente en las entrañas
al contemplar la barca de Caronte.

Al volver, majestuoso, la noche tan experta
se me enfrentó violentamente , con estrellas,
e imaginé sordos pasos en la acera.

Abandoné ese universo tan secreto,
me dejé naufragar,
fíceme un ovillo inescrutable
al que las añejas ideas aparentes
arrojaron al fondo de la bóveda.

Y una sombra fugaz, quizá fingida,
Me animaba a luchar sin beneficio.
Negué la lucha,
Obvié al destino y, mansamente,
Me arrojé a los brazos de la muerte.

domingo, 28 de marzo de 2010

ENTRE LA MONTAÑA Y EL DULCE SOPOR

Los hombres que más rudos son
Abandonan la montaña entre lágrimas,
Entre los sollozos de las bestias más fuertes
Que acabaron de devorar a un ser huesudo y frío.

Las primeras luces del cazador son estrellas de víspera,
Del dulce amargor y de la escopeta que escupe imposibles
Amenazas a los hombres
-Incluso a los más atrevidos.

Las intimidantes amenazas de las bestias
Sueñan con el sopor del invierno,
Con saludos apacibles de género infantil
Que haga de sus crías otra nueva amenaza:
La de los dientes largos.

La estrecha nieve, nunca más blanca,
Nos avisa del riesgo de vivir deslizándose
Entre angostos senderos.
El bosque está hecho para el abandono
De insignes cuerpos o de inmensas niñas.

El bosque es un misterio de sopor y de abandono ;
Las lejanas cumbres,
Moles de piedra granítica que apenas irradian los últimos rayos
Del sol que nos abandona.

EPITAFIO SOBRE LA HIERBA

En verdad, aquí yacen verdaderas insidias abandonadas
A la suerte del insaciable pastor que, a arrumacos,
Susurraba viejos latines desesperadamente
Al oído de la majestuosa y cansada naturaleza.

Después de pisar esta hierba, tan devastada
Por lugares comunes, invadimos con susurros el silencio
De extrañas aves que apenas asomaban el cuello,
En frágiles cuerpos apoyado, soportando la apatía
Del iracundo…

Cavilosamente respiramos en aquel turno la sospecha
Inmediata de la duda,
La portentosa idea de marcharnos sin plaza , imperdonablemente,
En busca de viejas carreras sin versos que aplaudir
Ni imágenes que avistar.

Cuando quisimos darnos cuenta,
Comenzaron a fundir las estrellas un infausto cielo
Verdaderamente sigiloso en sus lamentos algo oscuros,
Y los pies trenzaron extrañas figuras en la hierba,
La misma que resistió, ya hace tiempo, a los antiguos héroes
Del perpetuo sueño de los hombres.

viernes, 19 de marzo de 2010

El mar

Cuando yo sea el señor de la imagen,
indefectiblemente amante de lo ajeno,
dejaré escurrir a las viejas ropas,
el mar quedará lejos;

soberbiamente limpiaré los mares de azul,
despejaré, calafateando, los restos
del navío.

Inúltilmente,
surgirán escritores del amor,
el sabor de la sal será el final amable
de espectros
que rayan con el mar.

Suavizarán nuestras almas
viejos buques
que, en su inutilidad, poco afectarán
a las antiguas almas de lo abisal.

Descubrirán pequeños moluscos
riéndose
de la marea, del albur, de los sones...

viernes, 12 de marzo de 2010

El viejo efecto del alcohol

Ahora son los días más largos
y la noche que brillaba en tus ojos
debería ser más clara.

No caben momentos de oscuridad
en primavera,
ni ropas antiguas y obsoletas.

El sol lo permite todo:
la delgadez, la elegancia, el imperio
de las aves, la imagen opuesta.


O quizá la imagen que se encuentra
con el desatino.

Con la claridad asiste lo vivido,
se niega lo evidente,
se muere lo perdido.

Vuelve a amanecer
y las viejas copas incomprendidas
son ligeramente gratas
a la gente que nos mira.

No dejan de ser los sofás
descanso obligatorio
ante tamaña imagen,

ni el silencio
el mejor de los amigos
que nos quedan...

viernes, 5 de marzo de 2010

Lo tuyo es puro teatro

Quienes deben actuar muy temprano
se imaginan a su personaje imbuído
de certezas.

Aquellos que interpretan su propia imagen
vagan por el escenario
soñando convertirse en lo real.

La soberbia, la envidia y también
la desidia,
han viajado a solas,sin la más mínima intención
de complementos.

Eso es el teatro.

Anuncio de verdades y vergüenzas,
desprecio de lo inútil, anuncio de lo breve,
respeto de una insidia,
venganza de eso...

Las tres dimensiones tampoco son reales.

Falta un desatino, un amor verdadero
de carne,
una cierta aspereza que interprete
los antiguos momentos de nuestra certeza.