miércoles, 31 de diciembre de 2008

Treintaiuno de diciembre

En los treintaiuno de septiembre
amanecen las hojas del vino, las que nos alumbran
en un septiembre decembrino que es amor.

Desde luego, dicen que nunca fallaron
voces de nieve, amigos de hielo,
que, una vez, en fase etílica se alejaron
observando grandes viandas de animales
en fase de extinción.

Pero aquella noche dormían los ecologistas,
los amantes de las aves,
los increíbles hombres de las nubes,
que -como bien sabéis-
se despejan a sí mismos
evitando el roce que pueda herirlos
en el fondo del alma.

Y aquí permacemos,poco inquietos, solos,
en la alegría de la masa,
creyendo que la poesía es para cuerdos,
para ebrios que solos andan por las calles.

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