sábado, 17 de noviembre de 2012

Minicuento

Con mi mi debilidad acompaño a seres extraterrestres insignificantes y nimios, pero de rara naturaleza e imposible dominio. Me han dicho que navegaban por mares ignotos,  y la envidia me invadió. Seguí personalmente ese raro asunto e investigué sobre los pros y los contras en la investigación.Todo sonaba a tufo, a imposible manera de reconocer el indescifrable asunto que me hacía soñar continuamente en las sábanas de arpillera. Mi sorpresa nunca había sido mayor, se acostumbraba a los jergones que semejaban catres hasta convertirse en doseles horteras con ribetes en azul. No obstante, comencé a intentar descifrar tamaño sortilegio y descubrí a las viejas brujas que me habían asignado un destino, una vieja desazón que era mi juventud. Y todas, con la bola mágica, me indicaron el camino más incierto( eran brujas), el que me conducía por barro, pez y mujeres débiles. Y salté de aquel lugar ajeno y me pregunté sobre el devenir de las cosas, el ir y venir de las olas , el decir sí o no y el escaparse o mantenerse y... ¡tantas situaciones dulces, pero contrarias! En mi ingenua apreciación descubrí que lo anteriormente escrito era primera persona y pensé si no me descubrirían en mi insignificancia, en mi torpeza de expresar mis más interiores sentimientos y debilidades. Y, nuevamente, observé que si la queja es real, vuela; si es falsa, es literaria. Y me incliné por esta afirmación última que tenía que ver con las mujeres débiles, con las hembras nimias y con los hombres jactanciosos que se enorgullecían de escribir minicuentos inservibles.

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