lunes, 2 de noviembre de 2009

Me acuerdo ("Je me souviens", "I remember")


Preámbulo:
Escrito en un box de urgencias, viendo cómo la vida hace equilibrios para no caerse, porque sabe que no hay red que la salve.
Inspirado en la lectura del libro de Joe Brainard "Me acuerdo", publicado en Sexto Piso (2009). En la cubierta, se cita una obra homónima escrita por Georges Perec, en homenaje a la anterior.


Me acuerdo del uniforme gris y los zapatos de charol.
Me acuerdo de las notas del viejo piano de la madre Concha.
Me acuerdo de las sesiones de canto en la antesala del comedor. El comedor desprendía un olor que todavía hoy puedo sentir. ¿Quién no?
Me acuerdo de lo mucho que me gustaba tomar chocolate caliente los domingos de invierno.
Me acuerdo de los guateques y del tocadiscos portátil de tapa roja.
Me acuerdo de Viva la gente.
Me acuerdo de las huchas del Domund. De los incontables botones del párroco y de la cofia de las hermanas. Y de cuando tiré de una de ellas. Y de lo que vino después.
Me acuerdo del limonero que flanqueaba los lavabos en el patio.
Me acuerdo del crujir del suelo de las habitaciones del internado.
Me acuerdo de la vajilla de Navidad. Y de mi madre y mi abuela dando intrucciones a los que formábamos cadena para devolver las piezas a la vitrina, unos días después.
Me acuerdo de que no entendía las letras de las canciones (bueno, sí de una "que llueva, que llueva..."). Pero cualquiera rompía el encanto de la cantinela con preguntas inoportunas.
Me acuerdo de fingirme dormida para luego encender la lamparita y leer y leer y leer.
Me acuerdo del campesino que recogía patatas bajo la nieve en Sierra Nevada.
Me acuerdo de haber tirado del hilo del dobladillo para alargar mi vestido plisado.
Me acuerdo de tirar de la nariz de mi padre y de salir corriendo.
Me acuerdo de ver a mi madre echar cuentas en su secretaire. De noche. Mientras todos dormíamos, supuestamente.
Me acuerdo de cuando el comedor de mi casa se convertía en un almacén de telas que mi madre cortaba con tijeras de sastre.
Me acuerdo del Seat 850.
Me acuerdo del día que se nos cruzó un perro.
Me acuerdo del impacto.
Me acuerdo de los chiripitifláuticos y de la Casa del Rejoj.
Me acuerdo del "vamos a la cama que hay que descansar...".
Me acuerdo de la carta de ajuste.
Me acuerdo de cómo se arreglaba mi abuela para ver la televisión y de cómo solicitaba silencio.
Me acuerdo de su incredulidad el día que el hombre llegó a la luna. ¿Y no vio a Dios?
Me acuerdo de las bodas de juguete que celebrábamos los sábados por la tarde en la cueva, tras la iglesia.
Me acuerdo de "Eva María se fue..." y de los autos de choque.
Me acuerdo del fuego de la traición de mi mejor amiga.
Me acuerdo del día de la reconciliación, décadas después.
Me acuerdo de mi acalorada defensa del suicidio y de las miradas de reprobación.
Me acuerdo de ver a mis padres besándose en el parque, en la cocina, en la cama.
Me acuerdo de lo mucho que nos reímos mi hermana y yo.
Me acuerdo de mi primer profesor de literatura y del día que me arrodillé para pedirle perdón por mi osadía. Del barullo del aula. Del eco lejano de sus palabras. De lo mucho que me enseñó.
Me acuerdo de hacer pedazos fotografías que no he conseguido borrar de la memoria.

Epílogo
Somos presente y estamos hechos de recuerdos. Mejor no olvidarlo.

Escrito por Lourdes Domenech en A pie de aula

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