o se sienten muy dulces acogidos en vientre,
no son jóvenes parcos, ni muchachos salvajes
que interpretan al mudo solamente en sus señas
o imaginan a solas varios gestos imberbes
de ballenas enormes que bordean a los barcos.
Son la frente del mal que se ofrece atrevida,
señalando las cruces en los sitios sagrados,
ignorando el designio de los labios más viejos,
o riendo atrevidos ante el signo más obvio.
Ya, provectos, sonreímos ante tanta osadía;
ya bajamos la guardia sin ninguna defensa;
ya sentimos más lejos el lugar del inicio
que asemeja tan pronto a tambores lejanos.
Y una lágrima triste se endurece en el rostro
discurriendo en mejilla cada vez más compacta.
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