jueves, 10 de abril de 2014

Con los esquíes

Con la nieve crujiendo a mi paso
y un viento helado azotándome la espalda
era imposible y atrevido atajar a la presa
que sonreía en la ladera con fruición.
Era un conejo insulso vestido de blanco.

Me perseguía un tipo de verdes colores.
Dije: un insecto verde, ojos negros ,
vientre prominente y mirada perdida,
seguro de alcanzarme e ignorarme.

Sentí miedo y, en vértice, situé mis piernas
cada vez más débiles e indolentes
porque no era un sueño, era la nieve en polvo
la que me sujetaba al suelo, al cielo.

De pronto, me vi liberado por unas gafas verdes,
enormes, que anunciaban mi ruina consentida,
mi torpeza para manejar los esquíes de la vida
que, arriesgada, se había permitido el deseo blanco.

Vi, a la vuelta, un pico muy alto sobrepasando las nubes,
mostrando su prepotencia a mis espaldas,
una vez que había huido de allí sobrecogido,
instruido fatalmente otra vez por la nieve negra.

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