martes, 4 de julio de 2017

MELANCOLÍA

Es esa hora de la mañana en que la oscuridad
parece que pesa,
en que los primeros viandantes sonámbulos y ajenos
brotan de esas casas idénticas, horriblemente idénticas,
y pisan fuerte el asfalto  y anuncian su destino…

Las pocas gotas de rocío
 que reflejan débiles rayos matutinos
se han indignado al no ser contempladas;
la soledad es así, no deliberada, intransigente
como damisela dieciochesca contrariada ante el despecho
de un bello joven lechuguino.

Los de más donaire alardean en las aceras a la nada,
al insufrible silencio de la calle que, sorprendida,
va guiñando en las esquinas a las inusitadas señoras
que aparecen por portales de lujo salmantino.

Los de más pesadumbre alimentan su ego con el sol
que anuncia viejos trajes de antiguas oficinas,
ya usados por los dedos de la muerte…

Sólo un hombre, hierático, sumido aún en el sueño
callejero de la noche, despierta sus fauces no por hambre,

Sino por  el destino explotador de la pobreza.

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