¿Por qué
intento interpretar
el
pensamiento de los hombres
sin ni
siquiera haberlos intuido
ni escucharlos
en su continuo griterío?
¿Quien me ha
permitido girar despacio
frente a su
rostro impoluto de cristiano
que desea un
éxtasis permanente
desechando los
rezos más atávicos?
Quizá una
suave nube, un fresco viento
diamantino y
rencoroso me introdujo
en paisajes
bucólicos y fáciles de amar
como
paisajes del quinientos más antiguo.
Quizá esta
música rastrera de gemelas
voces, me
mandó ese examen exacto
de ese sino,
advirtiendo fuertes vientos imposibles,
sonoras
risas más antiguas que yo mismo.
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