domingo, 21 de octubre de 2007

Miscelánea para otoño

Circulaba un borracho con movimientos de traslación, afirmando que la tierra no es de nadie. No captaba que después de la intoxicación todo sería cuadrado como siempre.

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Esa señora cuarentona creyéndose centro de todas las miradas desconocía que los adolescentes son hoy todos ciegos.

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El químico

Estaba descubriendo briznas de una nueva materia y se detuvo en una especialmente rara, gelatinosa, oscura y brillante ante la luz. Mucho se interesó por ella. Su hijo había estado la noche anterior andurreando por el laboratorio comiendo con fruición unas onzas de chocolate.

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Adán y Eva

Un personaje desnudo paseaba tocándose el pito por entre las flores, y los reptiles seguían sufriendo las inclemencias de un invierno muy duro. Decidieron vengarse, y en vez de tentar a la mujer, solicitaron al altísimo que siempre fuera época cálida.

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Nada hay más absurdo que una frase pecaminosa, que palabras enlazadas por preposiciones o gritos de dolor en este mundo tan vacuo. Los tecnócratas han sido capaces de hacernos creer que todo es una tecla. Y es por eso que duermen con teclas y ecuaciones, pisan la calle con acciones de bolsa y saben morir entre funciones de ordenador, mientras sus seres más queridos siguen durmiendo con humanos lascivos.

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El oyente

Leyendo poemas ante un grupo de amigos- solo- percibía una ligera risa de complacencia... y la puntualización del oyente más atrevido: “¡qué bonito!”. Captaban la esencia de tu rostro en la lectura y cierto histrionismo en tus gestos. Ni siquiera sentían la soledad de sus almas ni la estupidez de la situación con la que ellos colaboraban.

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Hubo una vez un jorobado sacado a base de alquimia. Y lloraba, lloraba eternamente porque su físico era medieval y porque descubría en los hombres un continuo rechazo. Cuando intuyó la deformidad de los normales se convirtió en un ser erecto, vivaracho y locuaz, mientras todos los jorobados paseaban por la plaza presumiendo de su capacidad de ser mecedoras humanas que vivían y gozaban con el sol.

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Estampa

En las despedidas, las mujeres deben andar con los niños. Cuando el tren se acerca, deben juntar a los niños para impedir que el sol, cubierto por los vagones, afecte a su piel. Algunos viajeros han bajado al andén, morenos, bronceados. Sólo los niños permanecen blancos junto a los raíles que desengrasan amor maternal; y todas las ideas maternales van huyendo como humo de máquina de vapor que, en las fotografías en blanco y negro, se hace película desdibujada.

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Carnaval 2003-Cádiz

Tras las máscaras no hay ya nada,
enigma alguno...
Sólo un vacío, un adepto al disfraz, una sombra...

1 comentario:

isabel dijo...

Muy divertido, espero nos sigas deleitando con textos como estos. Ánimo, soy toda ojos para tus escritos.