jueves, 11 de febrero de 2010

ODA A LOS ENEMIGOS

Confiamos en nuestros enemigos con más frecuencia
de la que deseamos;
la sustancia que transmiten es ignífuga,
imágenes de derrota previa,
si la luna brilla esa noche
o, si acaso, la queja se extiende suavemente.

Si la derrota es manifiesta,
una nube de espadas traidoras
invaden la palestra llena de cal desnutrida;

si los honores se fatigan ante el vencido,
los corazones de los traidores alumbran;
mas, si se obvia al enemigo: noche oscura,
inútil deseo en el triunfo.

Al final, acabamos amándolos en situación
de desventaja,
acamamos sus falsos sonidos en una parrilla
de sonidos también falsos, inocuos...

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