viernes, 16 de abril de 2010

Una ecuación matemática elevada a la categoría de fórmula

La máscara no era la superficie del rostro,
sino su esencia.

El veneno de las palabras devora al corazón
como el hígado a Prometeo.

Son fórmulas realmente matemáticas
que conducen a la duda de los caracoles nocturnos.

Si elevamos a la séptima potencia la bilis
que administra la función hepática del alma,
recorreríamos flores denominadas algoritmos,
los más simples.

Derivamos derivadas llenas de incógnitas bellas,
despejamos cielos tan inmensos que el signo del infinito
se vuelve infinitesimalmente etéreo.

La solución está en un trozo de cal y añil
cubriendo las antiguas islas del Egeo;
aquellas donde el reaccionario de Pitágoras
soñó con la ausencia de los números.

1 comentario:

José Mª dijo...
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