viernes, 10 de diciembre de 2010

El loco de la colina y la infancia

Justamente y ahora, me encuentro
sentado al borde de la colina
que tanto me hizo soñar
en los trigales de la campiña.

Ahora, junto a mi sillón de grandes orejas,
sueño otra vez con las nubes,
con los locos que, en mi infancia,
veía andar sin sentido,
olía a lo lejos...

También veía a chicas muy jóvenes
que miraban con ojos tristes a los chicos...

Y surgían las tormentas de verano de pronto,
y nos cobijábamos bajo el chozo
que destilaba deseos incomprendidos,
alguna pierna enjuta
y senos aparentes...

Allí permanecíamos callados, atentos
y deseosos de la nada;
nos convertíamos, por momentos,
en los grandes locos de la colina.

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