Queda sólo un cuaderno
con páginas amarillas y letras descolgadas
que una a una -a veces con sangre-,
con trazos obligados,
aprendí a dibujar en él.
No sabía entonces
de la importancia de su precisión
y de lo implacables que llegaron a ser sus erratas.
Con el tiempo en contra, con la mano temblorosa,
trenzaba en dos renglones
lo que María quería a su madre
o lo que amaba yo a la mía,
y que la hierba era verde
en una guerra de "bes" y "uves"
en las que a veces me sigo perdiendo.
Hoy me conmueve: escribir en línea recta
sobre un papel en blanco,
y el contorno privado
de mi caligrafía.
Día de a Biblioteca 2019
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La Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, a través de la
Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria, impulsa la celebración
del *Día...
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