Dicen que siempre la poesía es, de las artes de la escritura, la más lejana . El drama, el más popular; la prosa: la expresión de los vagos.
Alentar a la gente a leer, creo que es lo más difícil . Por ello, en esta basta escritura que se dibuja bajo las sienes de todos los que nos acercamos a descifrar las insignes letras de este nuestro idioma- salvando el árabe literal, que es verdaderamente un arte pictórico- cabe casi todo : incluso las viejas quejas de mamá sorbiendo nuestro se(x)so, para hacernos pragmático lo que nunca fue.
Y así se te presenta un mar de idioteces de las cuales intentas sacar el humus (¿ o es palabra demasiadamente cursi?); un mar de dudas que recorren tu corazón en una noche cualquiera, llena de vino y deseo, y sólo intentas explicar ese momento . Nada más.
Pero, existen lugares extrainformáticos que deciden- como antiguamente- incluirnos en una de las secciones, al igual que la selección que, en El Corte Inglés, hacen de las chicas ( y nadie duda de que sean las más bellas, las que más inducen al deseo de los torpes) ,sabiendo que no son las bellas del alma, como decía Dante; ni siquiera las que más cuello asoman en las fiestas populares. Se esconden con sus bronceados amigos en la costa y ahí, nos abandonan.
Cernuda, acertado, desechó por momentos su homosexualidad para escribir en los Colleges- no es leyenda popular- para describir el lirismo de lo hispánico. Los que estudiasteis con profusión a estos autores, lo sabréis. Shakespeare, no tuvo que recurrir a nada de esto; Tolstoi, fue príncipe y sabía lo que iba perder, bien que, a veces, quiso ser un revolucionario “ avant la lettre”. A mi amigo Céline, los que se cobijaron en Suiza, con su cobardía y su desamor (sólo pensaba en sus antiguas putas) lo tacharon de nazi. Y ahí se quedó. Nadie supo jamás expresar la desidia de los franceses ni la mentira de los germanófilos. Ni la verdad escondida detrás del fariseísmo.
Y aquí nos arrastramos al amparo de la generación de este insoportable principio de siglo, de las nuevas generaciones que no piensan nada más que en el triunfo de las formas. Por eso, nadie cree a nadie y los vehículos circulan a toda potencia insultando a los peatones, y cuando enseñan los lomos de los libros, se refugian en antiguos portales en los que se dibuja el perfil de su cuerpo: un antiguo portal .
Creen que viven en días de vino y rosas. Y, ciertamente, no saben nada de mi pasión.
Vale.
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