He encontrado con facilidad la solución:
la de saltar de farola en farola como simio primigenio;
ver las pequeñas alturas llenas de ciclos
y excrementos,
para evitar a las bicis, a los perros
y a los peatones.
Pero, me ha sido muy difícil.
Con ello no se impedía la miseria y los ojos perdidos
de los necesitados;
ni la música cierta de los callejeros,
ni la espléndidez del entorno.
Así que comprar una bici ha sido mi decisión,
para que la corroa el hollín del aire,
y, así, venderla a mejor precio.
Día de a Biblioteca 2019
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La Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, a través de la
Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria, impulsa la celebración
del *Día...
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