viernes, 26 de septiembre de 2008

Imágenes del Patio de los Naranjos


Regreso a casa
en las tardes azules de la ciudad,
y no me da miedo
de ser un animal social arrastrado
a los albañales del pueblo.

A través de los puentes,
descubrí calles inimaginables en el intento,
viajé al viejo zoco
donde los judíos son inoportunos
y los turistas son cámaras.

Cerca de estos viejos viví
como en las deseadas calles de Polonia
severos amores de una bella mujer
animando al juego de lo inaprensible.

Le comenté qué más cerca de lo nuestro
inventaban historias de niñas enamoradas
que habían dejado su piel en el intento
y que viejos mercaderes quisieron vender
sus sedas de esparto a los turistas.

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